Twitter es
una mierda, y todo es culpa de Michael Jackson.
Verán, antes
de que muriera Michael Jackson no existía el “micro blogging”, solo habían
blogs. La gente tenía la asombrosa capacidad de analizar ideas mucho más allá
de solo 140 caracteres, tenían pensamientos tan profundos como vagina de actriz
porno y veían la vida desde un punto de vista no conformista pero siempre
bellaco.
Después Nerdote
recortado (ahora Chente pelú) escribió un post en su blog Arroz con Pinga sobre
que la muerte de Michael Jackson se regó primero por Twitter antes que la
propia madre del transracial pedófilo bailarín lo supiera. Mi cabeza llena de resina
kriptónica pensó rápidamente: “Coño, yo
creo que Michael Jackson si le tocó el culito al chamaquito aquel. Que cabrón.”
Después caí en cuenta de cómo se regó la noticia y decidí abrir una cuenta
de Twitter para promocionar este triste blog que se esconde en la parte más
enferma del internet boricua.
Tan pronto
abrí la cuenta caí en depresión y me hice adicto al bestialismo brasileño,
incluso hasta descuidé el blog y me convertí en lo peor que se puede convertir
un ser humano, en un twittecato, un
adicto a Twitter. Igual que cualquier adicción al principio empecé con un
poquito, luego un trancasito, hasta que tuve que robarle a los míos para
mantener este vicio de heroína, digo, de
internet. Y peor que Cheo Feliciano haciendo campaña para Hogares Crea en el
parque Luis Muñoz Marín es estar pegao a la mierda esa todo el día. Me explico.
Coño.
Al principio
Twitter era el paraíso del pensamiento independiente, todo el mundo era
izquierdista, ateo y lesbiana. Como debe ser. Yo soy lesbiana. Era el refugio
de la contra cultura, remanso de
quejones y frustrados paladines sociales que tienen erecciones escuchando a
Luis Francisco Ojeda Viejo Pato por las tardes. Salíamos en las noticias, ¿¡qué
carajo!? ¡Hacíamos las noticias! Una vez @ChuRamirez tuitió que Don Francisco
había muerto y en menos de dos horas había una guerra entre Chile y Puerto
Rico, y hasta la hija del viejo ese salió a desmentir que su padre había
muerto. Esa noche fue la primera vez que leí a alguien de otro país referirse
al “humor puertorriqueño”, que era
algo así como gente de Perú y Chile molesta con nosotros porque hacíamos
chistes de nenes con hambre y que la cura del SIDA era darle sexo oral a Magic
Johnson.
Todo esto
cambió cuando la gente de Facebook descubrió Twitter. A partir del 2012 eso
allí se jodió. Llegaron los artistas a tener cuentas de ellos mismos y ya no
podíamos inventarnos que se habían muerto. Llegaron los sensibles y ya no
podíamos hacer chistes sobre uso de drogas ni de gordas bellacas. Llegaron los
politiqueros y se adueñaron del TimeLine con su interminable lloraera
lamboniando a los suyos y tirándoles a los otros. Llegaron las ninfómanas feas frustradas a tirar screenshots de tuiteros que tenían excitados por fotos pero que en
persona le ponían el bicho mongo hasta al mismo Ron Jeremy. Lo peor de todo es
que lo que distinguía Twitter, que era su humor negro, ya no existe, y ahora si
hago el chiste de en qué se diferencia la mierda de perro a los dominicanos me
quieren linchar.
Ya Twitter no
es como antes. Hay que aceptarlo. Los chistes del 2009 daban risa en el 2009,
no tienen porque ser graciosos en otro tiempo. Llegó otra generación que no les
dieron pelas de chiquitos con un nuevo sentido del humor pastoso como el
Ritalin, mientras que los antiguos tuiteros de antes ya no pueden
criticar la sociedad porque están ocupados en la vida real, en adición los poquitos que
quedamos somos marginados por ser lesbianas. ¡LEGALICEN EL AMOR!
Y por estar
peleando con una jodía puta me suspendieron mi cuenta para siempre y tuve que
crear otra, que es la verdadera razón de este post de relleno, o sea dame
Follow en mi cuenta nueva de Twitter @Vlade00725 y verás que no pasa nada pero
podrás leer mis últimas irreverencias en este blog, críticas sociales desde un
punto de vista jíbaro amargao y aborrecío, canticos cristianos, y de porque la
mierda de perro a los tres días se pone blanca como Michael Jackson y deja de
apestar.