domingo, 14 de diciembre de 2014

Mi Amigo Chespirito




Me tardé porque quería hacerlo bien. Eso, eso, eso…

Mi primer amigo fue Chespirito. Me lo presentó un televisor blanco y negro con antena de gancho de ropa que también me presentó a Súper Sábados, Noche de Gala, cuando explotó el Challenger y las vistas del Cerro Maravilla. Era mi amigo porque el Chavo era un niño, a diferencia de Cantinflas que era un adulto y lo admiraba como un Dios, pero nunca me imaginé haciendo travesuras con Mario Moreno. Con Chespirito si.

Era tan amigo mío que me hacía reír cada vez que el Chavo recibía con un golpe al Señor Barriga. ¿Niños que le dan cantazos a los adultos? ¡Qué hijoeputa! Si porque el Chavo del Ocho, Quico, la Chilindrina y Ñoño son niños, no son adultos haciendo de niños. No. En la mente de un nene de cinco años esos son sus panas y más cuando en la casa solo había un televisor que todos tenían que ver lo mismo (eso incluye preguntarle a tu abuela si Walter Mercado era hombre o mujer).

Era tan amigo mío que fue la primera persona fuera de mi familia que me hizo llorar en aquel episodio que el señor Hurtado robó planchas en la vecindad y le echaron la culpa al pobre Chavo del Ocho. “¡RATERO! … ¡RATERO!” La mano sobre el barril, la luz tenue, la música triste, una última mirada de ese noble personaje lograron que millones de niños fueran llorando donde sus mamás gritando: “¡El Chavo no fue mami! ¡El Chavo no fue!” Se podría decir que todo mi espíritu de justiciero social y hacer el bien donde halla una injusticia nació con esa traumática escena.

Era tan amigo mío que le pasó lo mismo que le pasó a todos mis amigos, que el tiempo nos distancia. No es que dejen de ser amigos pero que cada vida coge su rumbo y se baja gente y se sube otra, pero si te los vuelves a encontrar por el camino es como si nunca los hubieras dejado de ver, eso me pasó con Chespirito. Dejé de verlo, ahí fue cuando conocí al hombre detrás de mi niño interior.

Roberto Gómez Bolaños, mi primer amigo, nació en el México de finales de los años 20’s en una familia de clase media-alta porque en México si eres blanco automáticamente eres clase media y por ahí sigues. Su pasión era el fútbol, leer historias de Julio Verne y ver películas de Cantinflas. Tanto así que decidió ser libretista de programas humorísticos de la televisión mexicana, teniendo su primera oportunidad en el programa de Viruta y Capulina. Uno de los productores del programa lo bautizó con el diminutivo de Shakespeare por su habilidad para escribir guiones. Utilizó la “CH” para todos sus personajes por su amor al idioma de Cervantes. La primera vez que se vistió como el Chavo del Ocho ya tenía 40 años.

Mi desilusión de adulto nació el 9 de agosto de 1988, el día que murió Don Ramón. Desilusión porque entendí que las personas de la vecindad podían morir igual que cualquiera y desilusión al saber que mis amiguitos de la escuela no compartían las mismas prioridades que yo al no importarle la muerte de Don Ramón y para mi era como si se me acabara el mundo. Vale la pena recordar que tenía 8 años y mis prioridades en la vida eran El Chavo del Ocho, correr bicicleta y jugar Nintendo. La vida.

Lo peor vino después cuando Silverio Pérez invitó a Chespirito a su programa de los viernes en la noche En Serio con Silverio en 1989, justo a un año de la muerte de Don Ramón y dos semanas antes del huracán Hugo. A preguntas del mongo humortivador boricua un arrogante Roberto Gómez Bolaños dijo que Don Ramón era un borrachón que se pasaba llegando tarde a las filmaciones del programa y que por su culpa se retrasaron muchas veces. ¿Qué? Pero, pero, ¡¿pero por qué dice eso?! ¡Si yo lo defendí cuando le dijeron ratero! Mis sospechas de que eso había estado mal se confirmaron al año siguiente cuando en el mismo programa del único que queda con pelo negro de Los Rayos Gamma trajeron de invitado a Carlos Villagrán. Ahí Quico dijo que Chespirito era un sucio por haber hablado mal de Don Ramón “que ya estaba muerto, pobrecito” y por lo que le estaba haciendo a La Chilindrina de no dejarla usar el personaje a María Antonieta de las Nieves. Asentí en silencio con la cabeza.

Mi próximo roce con mi antiguo amigo Chespirito ocurrió ya estando en la universidad en el 2000 cuando Chespirito vino a Puerto Rico a presentar su obra de teatro “11 y 12”, título que hace referencia a como en México le dicen a los hombres con un solo testículo, o sea una obra de teatro para adultos. Los padres no lo entendieron y en el público solo habían niños. Chespirito solo dio una función de las cinco que tenía programadas y se fue del país sin honrar su contrato y dejando un mal sabor cuando en Dame un Break le pidieron que llorara como el Chavo y el muy estirado contestó: “No es que para eso hay que practicarlo, ahorita no puedo.”

¿Por qué Chespirito era así? ¿Por qué el hombre de la mente donde nació el personaje más noble de la humanidad era tan malo? La respuesta siempre estuvo en el programa pero nunca lo vimos venir. La respuesta es: DOÑA FLORINDA.

Florinda Meza, mujer que odio más que a Yoko Ono y Lydia Echevarría, y que siempre odiaré. La vieja chancluda tenía todo calculado desde los tiempos de La Mesa de los Genios, que fue donde primero actuaron todos los que luego serían los protagonistas de la vecindad. Florinda Meza primero fue novia del productor Enrique Segoviano, luego fue novia de Quico y siguió escalando hasta llegar al jefe Chespirito. Todo eso mientras eran los dioses de los niños de Hispanoamérica. Por culpa de Doña Florinda en 1980 despidieron del programa a Quico y a Don Ramón, ellos empezaron otro programa llamado “¡A Que Kiko!” (cambiando la Q por la K para evitar demandas) y el cual era una porquería porque Don Ramón tenía un empleo estable en un colmadito en vez de vivir haciendo chiripas por ahí como se supone que vivan los hombres.

Doña Florinda es la máxima heredera de todos los bienes materiales y de la propiedad intelectual de Chespirito. Lo celó y lo cuidó desde los 70’s y lo seguirá cuidando mucho más allá de la muerte. Ella nunca dejó que Chespirito hiciera las pases con La Chilindrina.

A los amigos hay que recordarlos por lo bueno, no por lo malo. Recordar a Chespirito es recordar una época donde mi única preocupación en la vida era que no se me manchara la camisa cuando mami nos llevaba a comer pizza. Una época donde todos éramos felices. Ellos eran una segunda familia que todos compartimos.  Fue nuestra niñez. A los únicos niños que no les gustaba el Chavo del Ocho era a los niños brutos, para los demás fue una clase de sociología disfrazada en obras de teatros infantiles. Antes que termine, ¿alguien se acuerda del episodio de cómo nació el Chapulín Colorado? Si, que era un pianista que tocía sangre y de ahí el color rojo y por eso la cola del Chapulín es como de pianista. No puede ser que yo sea el único que se acuerde.

Por mi parte siempre recordaré a Chespirito como el que me enseñó valores, el que me enseñó que si tengo comida y al lado mío alguien tiene hambre que extienda la mano y comparta lo que tengo, el que me enseñó que no importa si una mujer te da en la cara a una mujer no se le da nunca, el que me enseñó que no se debe dejar en la calle a nadie aunque deban 14 meses de renta, el que me enseñó que la envidia nunca es buena, mata el alma y la envenena, el que me enseñó a reír, el que me enseñó que la vida es linda.

Todo queda resumido en un tuit que le envío mi papá a Chespirito en el 2011 cuando recién acababa de abrir su cuenta de Twitter que nunca olvidaré: @ChespiritoRGB Un saludo al hombre que forjó los sueños de mi hijo.”


Adios Chespirito, te extrañaré amigo.

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1 comentario:

  1. Tienes razóm:
    Eres el único que recuerda cómo nació el chapulín colorado.:/

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